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Mi nombre es Saúl (gestor cultural del pueblo)

 


               

 - Si. Básicamente eso, lo que acaban de leer en el título. También atiendo una ferretería en el barrio olímpico, pero eso es más un pasatiempo para hacer algún pesito extra. En mi pueblo esta lleno de gestores culturales. Tres de cada cinco personas es gestora cultural. Desde que en la ciudad se apagaron las chimeneas las personas se empezaron a anotar en cuanto curso había: administración de empresas, reparación de PC, técnico en aire acondicionado. Pero el curso que más rindió siempre fue el de gestor cultural. En las clases proyectaban unas imágenes a color muy bonitas y cada tanto repartían sanguchitos de miga para todo el alumnado. Si te agarraba mate en mano te hacías la tarde, completita. Encima con esas imágenes de colores, un espectáculo. Las pruebas semestrales no eran para nada complicadas, pero así y todo el filtro después del primer parcial reducía el número de alumnos a la mitad o menos. La clase terminaba solo con setenta y ocho personas a fin de año, la nada misma. Por eso se da que en mi pueblo casi todos los vecinos somos colegas. Zulema, la del mercadito de frutas y verduras fue la que se recibió primero. Una tarde de primavera armó una kermés descomunal por el día del estudiante. ¡Inolvidable! El pueblo agradece hasta hoy por aquella jornada tan bien organizada: feria de torta dulce, catorce muchachos con rastas haciendo malabares con fuego, cuarenta y siete gurisas colgando de las telas, panchero, una banda de metal pesado, rifa de una pashmina tejida a mano y gran cierre con achuras a la rebatiña. Todavía conservo el ticket de la rifa que gané (la pashmina se fue con Yanella en mi primer divorcio). ¡Que momento ameno para el pueblo! De solo pensarlo me vuelve a la memoria la brisa tibia de aquella tarde... Todas las generaciones que se recibieron de gestor cultural después de Zulema la tuvieron que pelear un poco más. La vara había quedado allá arriba. Pero hubo buenos intentos: la vez que Darío Mancuerna trajo a Miguel Misógino y los Cantores del Alba al Club Social Yapeyú, la Festi Linga de Susana Cotuño en la rural, la gran cena show de Raúl Lamothe con la cantante tropical del momento, Marixa Motosierra... Son sin duda grandes hitos culturales que el pueblo ha sabido atestiguar. Lamentablemente, el recuerdo se pone cada día más rancio y añejo y el presente no parece querer renovar las memorias del futuro. Cada nuevo gestor cultural que egresa del instituto se va en busca de nuevas oportunidades a vivir a la capital o arma festivales de cantautores locales por streaming. Otros se han dedicado a la cerveza artesanal. Pero bueno, todavía conservo la esperanza de que entre todos acomodemos un poco la escena artística de nuestro pueblo. Por que ser gestor cultural en estos tiempos que corren es todo un desafío y con la ayuda de los nuevos medios de comunicación, la Internet y el empuje de los diecisiete colegas que tengo solo en la cuadra en la que vivo, sacaremos la cultura adelante, con ímpetu, trabajo, creatividad e imaginación.

 

Saúl se colocó el Ruger SP101 calibre 22 en el cuello y disparó. Sus sesos decoraron de tal manera la biblioteca que tenía a sus espaldas que cada libro fue subastado por unos cuantos pesos en un remate de renombre. Incluso uno de Gabriel Rolón. La transmisión en directo por YouTube resultó la más vista de la semana con millones de reproducciones. Y Zulema decidió dejar de ejercer la gestión cultural para dedicarse a las frutas y verduras: la performance de su colega llevaba ahora la delantera.

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Las Moscas




El cadáver

de la licencia

con los ojos entreabiertos

lo miraba

desde el piso/ mientras

Juan

se ponía el calzón

y bailoteaba sin intención

la danza macabra

de las alarmas.

- Juan. No te vayas a ofender. Pero ese cadáver ya hizo devolver a Gabriela, la contadora nueva. No podes andar con los colgajos de la licencia muerta por toda la oficina. Sabías que hoy teníamos reunión. En presencia de esa mole putrefacta se nos está complicando bocha para morfar el catering. Hace el favor, Juan. Hace el favor...

Sin embargo

las moscas

la cuentan

diferente.








j.sebastian

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Kill the writer




No lo seguía nadie. Nunca fue la voz cantante de nada; nuca la unanimidad de las voces se resumía en su opinión. Siempre quiso, pero no.
Jamás logro que le preguntaran su postura frente a ninguna decisión. De chico le imponían los pasos, le condicionaban el trajinar. Cuando adolescente no lo querían ver crecer;  el pibe no se animaba a bailar -¡ignoraba el don que tenía!- porque no daba para expresarse a tal punto de parecer libre. 
El límite fue siempre su horizonte, un horizonte incómodo, ya que lo tenía apretándole el pecho todo el tiempo, en todos lados. Ese horizonte, encimado a su cara, le pinchaba los ojos, marcaba cortes en sus labios, le dificultaba el habla, su única genuina posibilidad de expresión.
De grande hablaba poco y avaramente, así, como para sobrevivir. El murmullo era su grito. Sus conquistas sexuales eran gracias a su encanto natural; las minas se desarmaban ante su inmensa vulnerabilidad, cuando no lo terminaban pateando en el suelo directo a las costillas.
 El muchacho estaba preso en sí mismo. Le gustaba la cornisa, sí, pero estaba encarcelado entre sus miedos, el asombro ante la existencia y el amor. Consiguió comprar una casa, alimentar a su hija –milagro del cielo- que había tenido con su única pareja, pero nunca supo donde encontrarse con él mismo,  con su motivo, no daba con la vibración que lo mantuviese donde él quería estar.

Y le preguntaban: ¿Dónde te gustaría estar? A lo que contestaba con el ruido de la distancia, estallaba en silencio…

Busco en cielos de otro país, en ruidos de calles sin nombre. Nunca despego sin su música y un día hasta se enamoro de un libro. Y aunque kilómetros y cicatrices, de nuevo la soledad: voz muda que aturde y decapita las ideas.
Sentía que el futuro ya estaba atrás de él: adelante no había nada. A los cinco, los catorce, los treinta y cinco años: adelante no había nada. Ni en las mujeres, las drogas, los amigos, los amigos del diablo: el pique no aparecía, no brotaba de ningún lado.

Pero un día, cuando sintió que literalmente el corazón se le escapaba de las manos y daba contra el suelo, encontró una solución. Ahí fue cuando empezó a escribir.

Nunca nadie leyó su poesía.
¿No será que vida es ausencia de muerte?
Desde antes de nacer, este escritor ya estaba muerto.
(Aunque todavía respira)


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Este texto fue publicado originalmente en el blog de nuestros amigos TomanDroganPelean
http://tomandroganpelean.blogspot.com.uy/2013/04/kill-writer.html el 10 de abril del 2013.

Inspirado en parte por esta canción de UOH!: 

 https://uohpower.bandcamp.com/track/gizmo-y-baco-rompen-todo


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NO CONFORT






Es todo mentira
lo que pienso
-lo que creo saber-
cuando somos juntos.

Todavía no recuerdo
el momento eterno
cuando vi al cielo desnudo
por primera vez
(lo siento).
Todavía no conozco de lo que te hablo
(realmente, lo siento).

Y pasa que habla el otro
y es ahí cuando me desconcentro.
Se hace mierda el cuarto

Manos rojas (Baco sigue rompiendo).
Porque nunca sentiste nervios.
Nunca saltaste a destiempo
sobre las baterías de José/en cualquiera de su bandas
por las calles de tu barrio
-que no es solo un lugar

Apago la cabeza
-creo no saber nada-
entonces te beso.
Esto sí es de verdad
‘Mirá, ahí está el cielo’
(Termina igualito que siempre)
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CHAU*



Era viernes y el living de mi casa estallaba en rayos de sol que tejían reflejos desde las ventanas a los espejos, pasando por los porta retratos y los adornos de cerámica; rebotaban sobre la mesa de mármol hasta estrellarse contra el mueble de madera que sostenía mis trofeos de cuando era niño. Éstos, sucios y empolvados, dejaban registro de mis triunfos del pasado, tiempos de bueno sobresaliente y diplomas por los méritos deportivos: esos trofeos sucios eran metas ya muertas, flores secas, pero lucían bien sobre el aparador familiar. La casa estaba en uno de esos días especiales donde parece no tener puertas ni techo: mi madre entraba apurada por la cocina hacia el cuarto, se detenía y pensaba, miraba inquieta cada rincón de mi ropero, de mi cama, y sin buscar nada pretendía encontrar algo importante; mi hermana Lu deambulaba con la mente perdida por entre las cajas a medio llenar y la ropa en el piso, su rostro no disimulaba la tristeza de sus pensamientos, pero igualmente tarareaba la canción Adiós que sonaba desde mi dormitorio a un volumen importante – No es soberbia es amor, poder decir adiós… cantaba Lu con su voz casi muda aunque en una perfecta afinación sobre la voz del cantante. - ¡es crecer! Concluía yo la estrofa desde el living en donde cautelosamente me dedicaba a seleccionar los libros que llevaría conmigo en este primer viaje hacia la capital, mi futura ciudad de residencia. Guarde sin pensar la novela “Factotum” de Bukowski y “The Pearl” de Steinbeck; luego la selección se hizo más fácil. Si bien la actividad me emocionaba, temía mucho a lo que tenía por delante: me encontraba armándome de cosas para abandonar mi guarida, mi rincón en el mundo, cada decisión tomada hoy tendría un rebote directo en el futuro cercano y eso me atemorizaba. Mi preocupación radicaba mas en lo que dejaba que en lo que llevaba conmigo, y eso se aplicaba a cada cosa que me pasaba por ese entonces: si bien mi madre y Lu ayudaban en lo de empaquetar cosas, ambas sabían que lo hacían con el dolor ya instalado de estar alejándose de mí. Esa realidad era evidente ante mis ojos, no podía ignorarlo, pero también se trataba de una cuestión insorteable, parte del desarraigo incluiría momentos de indiscutible angustia y dolor. La tarde se ponía ventosa y nosotros terminábamos de arreglar mi equipaje y alguna caja que debía llevar para mi nuevo hogar, una pensión compartida sobre una conocida calle del barrio Cordón. Totalmente contrariado entre pensamientos y sensaciones físicas, típicas de la ansiedad y el nerviosismo, le propuse a mi madre tomar mates mirando como el sol caía tras los árboles de la casa. Lu se sentó en mi falda y me abrazo fuerte el cuello para hundir su rostro contra mi hombro. El nudo en la garganta apretaba con fuerza. Mi pecho explotaba. Necesitaba salir corriendo calle abajo hasta enfrentarme al rio y dejarle un centenar de lágrimas que ya no aguantaba. Deseaba no tener que tomar decisiones, que todo fuese más sencillo, no tener que despedirme nunca de nada, no ser más espectador de mi propio desmembramiento. Los tres nos abrazamos fuerte, sin mirarnos, con los ojos cerrados, y lloramos con ganas sintiendo nuestra piel, nuestro olor, tocando nuestros cabellos y diciéndonos que nunca nos separaríamos, que nuestro magnetismo nos tendría siempre unidos, estemos donde estemos. Mamá me regalo un poco de dinero, me sugirió que sea prudente y que si bien las cosas en la casa estaban difíciles, que no dudara en pedirle ayuda del tipo que sea en cualquier momento. Me pidió que me cuidara, que comiera sano, y que no me prometiera nada a mi mismo que no pudiese cumplir. Aquello me dejó pensando. Nos reímos con las mejillas todavía mojadas de cómo nuestra perra Lola, frotaba su hocico contra mi entrepierna sollozando, como percibiendo mi pronta partida. Lu me pidió que no dejara de escribirle y que mantuviera fresca en mi memoria la canción que juntos habíamos creado y tanto nos unía; Lu tenía 6 años, pero su inteligencia era muy superior a la de una niña de su edad. De repente nos quedamos cayados. La realidad de nuevo. Otra vez el amor contradiciéndose a sí mismo. La mochila en mis hombros, la guitarra atravesada con la correa contra mi pecho y sobre la valija de ruedas dos cajas medianas un tanto pesadas. Así y todo, podía manejarme con comodidad. Lu me dio su disco favorito, lo guardo ella misma en la funda de la guitarra, besó mis labios cariñosamente y se fue a su cuarto, todavía perdida, con ganas de leer o hacer algo que le distorsione el presente. Mi madre fue conmigo hasta el portal de la casa y abrazándome hasta el alma, como queriendo quedarse con parte de ella, me dijo que me amaba y me esperaría siempre… El taxi interrumpió el momento y yo, como sin vida, me acomodé en el asiento camino a la terminal. No quise mirar hacia los costados, pero explotado en tristeza me despedí con altura y seguridad - Bueno Ma, me voy…
Esa noche por la ventanilla del ómnibus me encontré con el niño de los trofeos. Entre susurros me dijo que me felicitaba y que no me abandonaría jamás. Mientras mis ojos se perdían en la nada me sentí una isla entre los pasajeros, no podía ver más nada que no sea mi paisaje interior. El niño que fui me guiñó un ojo al tiempo que Heroes de David Bowie comenzó a sonar desde los auriculares que llevaba puestos; lo miré con confianza, sonreí con los ojos tristes y en voz alta le dije la palabra que debía decir:



*





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Este texto fue publicado originalmente en el blog de nuestros amigos TomanDroganPelean
http://tomandroganpelean.blogspot.com.uy/search/label/SEBA el 11 de julio de 2013.






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8 poemas fáciles de odiar*




Funeral del poema.
Llanto de palabras rotas
Que lamentan la defunción de la estructura.
Un hombre devorado por su anarquismo.
Dos mujeres bellas que se divierten de dolor
En redor del cuerpo inmóvil de un espejo
Inquisitorio.
Nadie sonríe en el funeral del poema.
Nadie respira.
La música de un verso
Viuda de símbolos
Intenta encontrar consuelo en el hombro del mensaje
Y no lo consigue.
La metáfora de la muerte
No entiende de protocolos
Busca un espacio y descansa/ feliz
Porque sabe de la reencarnación
De su espíritu
En las palabras que quiero decirte mañana
Antes de que sea tarde y el año nuevo nos haga huérfanos.
El funeral del poema
Nace de vos
Cuando miras la página
Y piensas:
A dónde irán los pájaros de la rima
Cuando el poema deja de latir.


///


Héroes caídos
Por toda la plaza
Algunos fuman porro
Otros son como plantas
Pero
Todos
Están muertos.
Ese tipo de gente
Me cae bien.
Muy bien.


///


Voy a seguir meando en la calle
Por 23300 años/ quiero decir
Mis próximas generaciones
Lo van a seguir haciendo.
Como tu hermana y tu mamá,
Que ayer las vi.
Pero no te preocupes
Y menos por mí.
Yo voy a seguir meando en las calles
Por 23301 años/ ¿me explico?
Levantemos las calles
(Es propicio para todos).
El amor de tu vida lo sabe,
Ayer me lo contó.
Pero no te preocupes
Ella
Va a seguir meando en la calle
Porque por 23302 años/ me dijo
Va a seguir
Amándote.


///


Si fuera por tu cuerpo no necesitaríamos confianza.
Si fuera por él.
Si de mí dependiera ya seriamos en la vigilia esa sombra incómoda
Que nadie distingue.
Pero te vas y te llevas el poder del sentimiento
El fuego de las palabras verdaderas
Y con eso la seguridad que no defendemos
Por miedo a que se nos muera lo construido minutos atrás.
La fusión de los latidos.
Poros de la mente.
El mensaje escondido entre el acorde y lo que dice la letra.
El acorde de lo que olvidamos.
Un silencio con tu nombre.
Tu nombre en una roca
Bañada una y otra vez
Una y otra vez
Por las olas del amor
Que nos encuentra lejos de la orilla
En la ciudad
Rodeados de los edificios que terror nos regalan.
Porque el miedo como la mentira
Viven en los cuerpos que conocemos,
Que vemos todos los días.
El tuyo y el mío.
Que hoy están lejos
Y se desean
Como las olas a la arena
Y a esa roca con el “te amo”
Que no te animas a escuchar.


///


Las canciones de Jeanett
Encierran ese odioso amor
Que siento hacia todo.
Ahora mismo hay menores siendo abusados.
Estas vos/ actualizas la página pensando en nada.
Estoy yo queriendo escribir algo sobre el odio y la belleza que se sienten simultáneamente hacia todas las cosas en los días de lluvia, en pleno verano.
Pero encuentro otra canción de Jeanett
Diciéndome que todo está perdido,
Que por más hermosa que haya sido la vida del poeta muerto
El mensaje de la rutina es insuperable.
Quiero decir:
El terror que habita en las tacitas de porcelana
Es aún peor que la escena morbosa
Del diablo merodeando tu cuello.
El cover de Carmen Sandiego es excelente.
De Jeanette.
Quiero decir:
Porque es terror contenido en un momento cualquiera.
Como  éste,
Un muchacho ciego que busca perlas
En el excremento infame
De una noche de pánico.
Cambiar de canción.
Eso es:
Debo cambiar de canción.

///

(Hoy
El único poema
Sos vos llorando lejos,
Bien lejos de mi casa.
Hoy
El  único poema
Sos vos.)

///

“Voy a arrancar a mamarme”
Me dije.
“Ya que estoy desocupado”
Proseguí.
“No importa que sean ya
Las cinco y media de la mañana”
No fue culpa del disco de Lira.
Estaba solo en mi casa
Después de mucho tiempo:
Eso tiene más sentido.
“Mira este cover de mierda,
¡Qué lindo le quedó!”
La simpleza.
El despojo.
Todo lo que puede ofrecer el silencio
Decorado de nylon y melodía.
Afuera el patio se ve claro.
Las perras duermen.
Los vecinos también.
Mañana tengo como cincuenta libros para repartir.
Capaz que los dejo para el miércoles,
(Aunque también tenemos que ir a grabar por la mañana)
No importa.
¿Qué estará haciendo Andreína?
No importa.
Total...
"¿A caso vos me elegirías?"


///


La voz solemne del poeta
Me aburre.
La voz solemne del poeta
Se parece a la de Olimpia
Aunque menos hermosa.
Me aburre.
Me gusta que Tuti Curani
Use la palabra “chape”
Y  “pogueando”
Pero la palabra solemne del poeta
Me aburre.
Ni la de Galeano.
Ni Benedetti.
Nunca la de Idea.
Jamás la de Casciari.
(La de él me dan ganas de copiarle).
Pero la voz solemne
Del poeta automático
Me embola.
¿Usaste alguna vez esa palabra?
Es más análoga que hartura
Que tedio...
Todo lo solemne.
Me aburre.


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*Estos poemas fueron escritos entre el 1 y el 6 de enero del año 2016 por Juan Sebastian entre las 2 y las 7 de la mañana.

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Icarosepia

Foto: Maru Ruiz


Hermosa noche, sábado siete de febrero, ciudad de Montevideo. Con una camisita ligera y mis zapatillas rotas preferidas arranque para BJ con mi estrella ultra aliada (Maru), cerveza en mano, cruzando calles y avenidas furiosas de gente atragantada con gritos que no pudieron ser; la sub veinte de Uruguay acababa de perder contra Argentina y el estado de ánimo de los habitantes de nuestra capital se regula asiduamente por resultados futbolísticos. ¿Bueno, malo? Malo, seguramente. Pero es así, nadie escapa a ese sentimiento futbolero común, si ganamos somos todos crá, pagamos la birra con aires de abundancia en cada gesto, celebramos el encuentro con los amigos como si nos volviéramos a ver después de la guerra, pero si la selección pierde también somos todos crá, pagamos la birra con total impunidad como si fuera la última noche del mundo, con la rabia de la especie encarnada en cada palabra al debatir los pro y  los contra de nuestros jugadores, en el bar, la pediatría del SMI o en el ómnibus, da lo mismo. Mis ojos rosados observaban los edificios en la noche con un dejo de extrañeza, el mismo estímulo que sentimos cuando conocemos un lugar por primera vez; no es mi caso, vivo acá desde hace seis, siete años, pero por algun motivo los edificios lucían mas lindos que cuando los conocí, la repentina iluminación de los autos y sus reflejos colaboraban para que la acción en la calle tuviera un aire noventoso, psicodelia urbana, todos bailando tenazmente la danza religiosa de un Jesucristo de neón. Será que estoy a días de dejar Montevideo. Será que la compañía de Maru es siempre una mística bendición. Será que estaba camino a ver la banda de uno de mis mejores amigos. En fin. Afuera de BJ caras conocidas. Todos estaban para ver el recital de las -en principio- cuatro bandas que tocarían esa noche y que luego fueron solo dos por algunos inconvenientes de los que desconozco su naturaleza (según los comentarios de gente random, uno de los integrantes de una de las bandas que tocaba era militar y por alguna razón estaba calaboceado, lo que les impedía llevar a cabo el show –nota de color). ¡Que bueno que los amigos hagan música! Es sublime ese momento en que todos se encuentran en el lugar con el mismo fin de escuchar música, celebrarla en pleno gozo de la experiencia de los sentidos y la mente. Uno llega con su banquete de pecados y prejuicios, y todo eso se va desmantelando, poco a poco vamos desprendiéndonos de pegajosos gajos colgantes que emana nuestro ego, con más fuerza, mientras la música se acerca. Claro, la experiencia se acomodará a los estímulos estéticos que tiempo y espacio presenten, que no serán los mismos de acuerdo a la banda o proyecto musical que vayamos a sentir. Algunos como yo vamos en busca del exorcismo, del puño eléctrico hundiéndose en el estómago del pogo, del sudor y las guitarras fuertes, de los bajos hipnóticos y la cima emocional de los sonidos. Y cuando esto es entre amigos se reducen a nada las posibilidades de la decepción. Aún afuera de BJ la sensación era reconfortante. La multitud éramos veinticinco o menos. La única vez que había estado en esa sala había sido para ver a Cuentos Borgeanos, una noche para el recuerdo con mis primos de oro. 

Empezó tocando La Cara del Verdugo. Cuatro músicos llevando al máximo la capacidad de sus equipos; la batería no tenía demasiados cuerpos y tampoco eran necesarios, mantenía el pulso adecuado para una especie de rock stoner que la banda proponía; las letras estaban muy involucradas con la sociedad y el ser social -recuerdo entre otras, una canción en homenaje a los desaparecidos en la época de la dictadura. El bajista y la primera guitarra sonaban perfectos, dominaron con gran oficio el repertorio encabezado por el segundo guitarrista y cantante, un pelado con mucha potencia en su voz y movimientos corporales que físicamente era un Tom Morello en los primeros años de R.A.T.M. Sin riel puso a los seguidores de la banda muy al palo y eso contagio al resto. Otra vez dedicaré cuarenta y ocho palabras para resaltar la cuestión BANDA- ESPACIO VACÍO – GENTE MIRANDO DESDE LEJOS que se da en los últimos toques a los que he ido, aún más grave me resulta el fenómeno cuando los que están ahí observando son amigos de los músicos. Anyway… En un momento me pareció estar viendo a los Callejeros (las letras me llevaban hacia ahí) tocando sobre el techo de una veloz locomotora con más distorsión, furia y buen gusto. Bien muchachos. Llegaba el momento de iCaro Sepia.

Icaro, en la mitología griega hijo del arquitecto del laberinto de Creta, Dédalo, y la esclava Náucrate; con alas de pluma y cera construidas por su padre, Icaro debería escapar de la isla de Creta sin elevarse demasiado para que el sol no ablande la cera de sus alas, ni volar demasiado bajo por temor a que la espuma del mar estropee las plumas. Icaro, canción de medicina en el chamanismo. Sepia, cefalópodo marino similar al calamar; la tinta de la sepia es una secreción marrón negruzca que el animal retiene en un órgano especial en forma de bolsa, expulsándola en caso de amenaza, a fin de oscurecer el agua y confundir a los depredadores. Sepia, procedimiento fotográfico que sustituye los grises de una fotografía en blanco y negro por una tonalidad sepia (rojo anaranjado oscuro de débil saturación).

Esa noche sería la tercera vez que vería a la banda. La primera había sigo en AGADU y la siguiente en Bluzz Live. Horas antes del show, esa misma tarde, hablando con Gastón (voz y letras) sobre Icaro le preguntaba si había alguna posibilidad de definir el tipo de música que hacen, pero no fue fácil. “Si me preguntas a mi los definiría como hard core climático”- le dije y me devolvió cierto gesto de conformidad. Quién sabe. La verdad es que los Sepia tienen influencias variopintas con la que tallan la música que les gusta hacer, sus shows cuentan con momentos chamanicos en que flotan sobre un loop casi mántrico y coros tribales, golpes fuertes en los tones, música de ritual, letras que hablan del abismo y el desierto (todo un esfuerzo en plena era en que las bandas emergentes cantan a las cosas cercanas y si es posible en solo dos o tres líneas). Icaro se ocupa en la mayoría de sus letras de abrazar lo infinito, dilemas de la existencia, los enigmas del desierto y al hombre genérico como universo, una poética que los acerca al Catupecu Machu de “El Número Imperfecto” de 2005, a Pommez Internacional, y una inventiva letrística que intenta por momentos – con hallazgos importantes- celebrar la escritura del mismísimo Spinetta. Sus canciones cambian de ánimo con cortes sonoros de mucha armonía, como la que patentan los Buenos Muchachos: panderetas, redes vocales que concluyen en el éxtasis del sonido fuerte y emocional, con la virtud de una guitarra que teje en lo alto, vertiginosa y elegante, emotiva. Empezaron el toque con Andodiabun y siguieron con Icaro Salvaje, casi himno de la banda: un punteo de guitarra que me hizo pensar en la forma de tocar de Tery Langer en las canciones melódicas de Carajo, una batería muy Nossar –dura, clásica y directa- y un bajista paciente que clavaba sus dedos al instrumento con arrogancia y simetría, lo que no había podido hacer en la primera canción. “Icaro sana heridas”  fraseaba Gastón mientras la guitarra de Danilo traducía a notas cada verbo, cada silencio. Esa banda que estaba escuchando no era la que yo conocía. Me pareció estar viéndolos por primera vez, como a los edificios cuando caminaba hasta BJ. En un libro que me prestó Nazareno, Nietzsche reza que “la belleza de una raza o una familia, su gracia, su perfección en todos los ademanes, se adquiere con trabajo. Es, como el genio, el resultado final del trabajo acumulado de las generaciones. Es menester haber hecho grandes sacrificios al buen gusto, haber hecho y haber sacrificado muchas cosas en obsequio a él” y creo que el presente de la banda que estaba viendo era al fin, el resultado de mucha expiación en busca de la esencia; su sonido ahora era descifrable, habían encontrado un dialecto, una forma de hacer y decir. Alto vuelo -tema relativamente nuevo- sonó maduro y dio lugar al goce de los ejecutantes, Nicolas amagando salirse de sí sobre la batería que Santiago llevaba a tiempo con una velocidad por momentos exigente. Seguidamente, sonó Bajan de Luis Alberto, mientras se cumplían tres años de su muerte. La banda nunca manifestó conciencia de ésto y eso dejo aún mas abierta la brecha del misticismo -dos pulgares arriba por ello- y el tema sonó perfecto, es uno de los dos covers que la banda lleva consigo al escenario, y la tonalidad sepia de la versión aportó al homenaje instintivo. Cuando todos pensábamos que la cima había quedado atrás, Nuevo futuro alejo el listón de la emoción a su punto mas alto. Tres voces conjurando y cantando para el sol. El dominio del clima fue sin dudas donde Icaro gano mas terreno de un tiempo a esta parte. Y en esta canción nos puso a todos donde queríamos estar. Lo lograron. Las últimas dos (tocaron diez en total) fueron Raza (otra de sus nuevas canciones, envolvente y primitiva, con intenciones globales de conciencia e identidad) y The Chain de Fleetwood Mc, un elevador retro que funciono muy bien para culminar el show, un show contundente -por la fuerza y el afianzamiento en la ejecución- y particular -por proponer un viaje complejo que quiere volver a conciliar a la música de culto con la nueva era. 


Setlist


Más o menos bien, volvimos entre amigos por calle Uruguay, celebrando entre risitas extasiadas lo que fue una noche de música fuerte, paisaje sonoro y meditación. Estaba bueno para seguirla, pero ya eran las cinco de la mañana, todavía somos jóvenes, si, pero queremos seguir siéndolo por un poco mas de tiempo. No se donde va a ser el próximo toque al que vaya. 'Lamierda, como voy a extrañar esto..' me dije antes de dejar de pensar en el futuro. Ese futuro que ya es hoy. 
  
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Julen y la gente sola




Ya había estado hace un tiempo en Atlantida ¡no recordaba que era tan lindo! De la emoción en el 222 le cedí mi asiento a una señora a pocas cuadras de haber subido al ómnibus; no me arrepentí, si bien no llevaba mis auriculares habían muchas canciones sonando en mi cabeza. Increíblemente en un kiosko por calle Justicia por el que siempre paso (pero había olvidado desde que me dijeron que no vendían cigarrillos sueltos) pude comprar las cuatro cosas fundamentales para estar completo: un lápiz 2 HB, sacapuntas, goma y una libreta "de las que usaba para anotar los deberes" como me señaló la señora que atendía. "¿Sabe usted todo lo que alguien podría llegar a hacer con esto por tan solo $32?" pensé en decirle, pero seguí, llegar a la parada era lo que quería.  


No conozco Canibal Pop. Si bien podía, no los googleé antes de salir de casa. Sí tengo el disco "Los Incautos No Fallan" en mi celular desde hace unos cuantos meses; Iván & Los Terribles me atrae mucho y no es solo por la presencia de un ex latejapride*¨actual La Hermana Menor como lo es Iván Krisman: hay algo hipnótico en su sonido que me obliga a quererlos, matices que extrañamente encuentro en bandas como Mueran Humanos a pesar de saber que son una referencia como mínimo arriesgada. ¿Será tal vez la actitud post punk o la fuerza refinada que disparan? Ni idea. Pero canciones como "Moebius", "Aún" o "La Columna de Jelen" me complican el cerebro de una manera hermosa. "¿Como puede no gustar algo que haga un Hermana Menor?" me cuestiono obligado a encontrar una respuesta. Pero el hecho de que esa respuesta no existiera despertaba aún más mi interés por verlos en la noche de ayer, frente a la playa, en un escenario postrado en el medio de la calle.

"No escribas mas mentiras/ no me digas lo que debo escuchar" fue la frase que martillé en mi mente mientras parado en el bondi miraba por la ventana. ¿Por que? Las razones son múltiples y variopintas. Como primera cosa, estaba a horas de ver a Julen y la gente sola por primera vez; cuando tocaron en la Vaz Ferreira había -mal- priorizado ir a escuchar a un Santiago Motorizado que finalmente tocó tardísimo (hasta hoy sigue el arrepentimiento) y cuando tocaron en PyG sencillamente no estaba en Montevideo. Tomando como referencia la salida de su primer disco, éste sería el tercer toque que hacían, el primero del año MMXV. ¿Que pasa con esa banda? Es excelente. No editaron el mejor disco del año -¡Ezequiel está salado!- pero solo por que hubo otros muy importantes ("El Éxodo" de ET y Los Problems, como único ejemplo que tengo ganas de dar). Pero ¡que banda, la puta madre! Valorar los puntos de encuentro con los Carmen Sandiego sería lugar fácil en esta reseña: es evidente que de los lazos de amistad que existen entre ambas bandas Julen supo nutrirse de un estilo que los Sandiego ya venían puliendo, uno podría pensar que no hay Julen sin un Carmen Sandiego antes, un orden natural de las cosas. Ejemplo de esta comunión entre bandas podría ser el "Minita/Minito" disco salido a la luz recientemente que tiene a Flavio y Federico como protagonistas en este nuevo proyecto llamado Las Valerias
Escuchar y contemplar el disco de Julen y la gente sola es un placer único, la voz de Federico capitalizando los sonidos de una generación habla ya de un mérito mas que serio e importante que hacen de Julen una banda bisagra en la todavía tímida movida del under montevideano: la consolidación del twee pop como género recurrente en el sonido actual de la escena local, la manera de retransmitir sentimientos simples y comunes que todavía nadie había conseguido, el triunfo de las canciones de dormitorio en un presente musical desafiante en el que las radios todavía no se animan a participar en pro de difundir las buenas nuevas de nuestro país sonoro. "Julen" es quizás mi canción favorita del disco, pero no conmoverse con "Asuntos Ajenos", "Omnibuses" o la ya imprescindible "Alquimista" sería la reacción de alguien inanimado, de mármol o piedra, de imbécil que sigue pogueando con El Mató a un Policía Motorizado sin saber que a pocas cuadras de sus casas, en un pub del centro o a  metros de la playa puede estar tocando Julen y la gente sola, banda que en sí le debe un gran respeto a El Mató por ser quienes elevaron la vara del indie poniendo al género en lo más alto así como al propio rock latinoamericano, pero que no son ni más ni menos y que -detalle no menor- son de acá. Y como rezaba una canción de Molotov: "apoya a tu banda local, desde la cuna hasta la sepultura". 

Pasadas las 22:10 el toque aún no había comenzado, será cuestión de acostumbrarse en este Uruguay tan complejo. Ponele que cambiabas tus horarios de laburo por que por media hora no llegabas a ver la banda que te interesaba... sos un imbécil. Ivan.K caminaba el escenario en companía de un pucho que ojalá hubiese durado 20 horas. Los Julen merodeaban el escenario desde abajo, se rascaban la nuca como buscando algo que no logré entender. Entonces, resulta que en Atlantida nadie esta cerca ni física ni mentalmente de lo que esta por ocurrir; Ivan & Los Terribles, Julen y la gente sola, Canibal Pop... nadie tiene certezas. Yo para ese entonces tenía una botella de cerveza a punto de terminarse por lo que recurriría al kiosko menos pensarlo a reponer la bebida. Eran las 23:20 y el toque seguía siendo una promesa. Infelizmente música electrónica de mal gusto invadía la intersección de calles donde estaba el escenario. El envase de cerveza fue y volvió otra vez mas. Aproveche el tiempo dando una ojeada a los libros de la feria: poca cosa, mas que nada literatura de aeropuertos y libros para niños, la ausencia de autores uruguayos me llamó la atención. Pero el asombro duró poco, una breve reflexión alcanzó para unir todos los cabos y entender no se puede pedir mucho en ningún aspecto en este país: ¿no había música más acorde al show que estaba por llevarse a cabo en pocos minutos? ¿no hubiese sido una buena oportunidad para difundir autores uruguayos en la feria del libro? "Debo estar queriendo mucho" pensé ya medio borracho e impulsivo. Un mensaje de texto me decía que mi chica estaba cerca, que ya llegaría, y así fue. Nos acomodamos frente al escenario cerveza y humo de por medio. Si mal no recuerdo, "La chica del mantenimiento" fue la canción que al igual que el disco abrió el show. De inmediato nos paramos hasta quedar a pocos metros de los músicos ¿Por que la gente se queda tan lejos de los escenarios viendo que hay todo un predio desolado ahí adelante? Esas cosas que uno no entiende y ocurren siempre. La ausencia de la bajista me llamo la atención, la banda se presentaba en formato tío y así y todo no decepciono; quizá en el esfuerzo invisible por cubrir ese lugar el sonido de Julen estaba agresivo y preponderante, algo que seguramente ocurra en todos sus shows en vivo pero en mi caso no tenía como saberlo. Con mi chica bailamos con cada canción, cerramos los ojos en los climas sonoros que lo ameritaban, coreamos un "Trotsky Vengaran" como nunca pensamos podríamos hacerlo y hasta algún que otro grito se nos escapó en pleno goce de lo bien que sonaba la banda (el alcohol en sangre había ahogado nuestra vergüenza). El baterista me sorprendió gratamente, su forma de tocar y la energía involucrada en ello desnudaba ante mis ojos el aporte esencial de su instrumento a la banda toda. Federico cantó muy bien, extralimitándose en su rol para volver airoso y dejarnos a todos exhaustos y felices. La fragilidad aparente en su voz se desvanece cuando en la cima de canciones como "Larry García" grita "alguien especial/ esta noche"; cierta violencia alojada en su forma de cantar resulta perfecta para tratar temas como el amor, el desapego, la rutina y las relaciones humanas. Nuestras caras sonreían felices. A pesar de ser tres estaban sonando como en el disco,  relajados pero ambiciosos, como disfrutando de un gran momento para la banda que ya es sabido con su disco, sacudió la modorra musical de finales del año pasado. 

Una vez terminado el show mi chica y yo nos fuimos a por mas cerveza y algo para comer. Nos perdimos por ahí. Ya no volvimos mas al escenario. No sabemos que pasó con el resto de las bandas y tampoco nos importó. Se me iba una oportunidad de conocer el vivo de Ivan & Los Terribles y ver de que venían los Canibal Pop. Pero la satisfacción ya estaba entre nosotros; sentíamos haber cumplido, ver a Julen y la gente sola en vivo ya no estaba en el debe y la sensación había superado nuestras expectativas siempre humildes, jamás condescendientes. Eran las 2 de la mañana en Atlantida, el ómnibus pasó rápido y nos llevó entredormidos de vuelta a Montevideo. "Debo escribir este año sobre cada banda a la que vaya a ver" me dije antes de cerrar los ojos y dejar que todo siga su curso.


j.sebastian                   
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Lo del Juan


- Y si yo te digo que tus conclusiones no llegan a ningún lugar? EEE? Porque la “realidad” es mentira, idiota!.. que tal si te cuento que en realidad estamos en el año 2923 y se ha desarrollado una tecnología “siniestra” en algún sentido, que se inserta en las cabezas de pacientes en estado vegetal irrecuperables haciendo que "vivas" en un mundo de fantasía, en vez de pasártelas todo el tiempo con la mente en negro, como veladora desenchufada y que tu única actividad física sea apretarle la mano a quien toca la tuya, como una patética señal de vida? Que esta “macanuda” tecnología nano-métrica está programada para auto-convencerte de que sos un joven de algún país tercermundista del siglo XXI, en este caso, de Uruguay, y con un futuro más o menos “ahí” de viable? Y que en realidad sos un vejestorio de 80 años, noruego, rico... millonario... pero en la soledad absoluta porque tu familia no te pasa ni un poquito, postrado en una cama, enchufado hasta las manijas y que tu única compañía, a través de, ya, varios años, sea una enfermera que piensa que sos una especie de electrodoméstico que necesita muchos trifásicos para conectarse? Que pensas al respecto e??? Y que tal si te digo que podrías morir en cualquier momento, causa de tu impresionante deterioro de tu salud real? Y que en esta realidad/mentira vas a salir en los noticieros como una muerte súbita, inexplicable, en el medio de la vía pública? Rodeado de amigos llorando, que, seguramente, sean personas que en realidad ni si quiera conozcas de verdad? EEE!!? Que sean otros viejos, de otro país “avanzado”, en otra cama, en otro hospital pero en el mismo estado vegetativo?... o peor aún, personajes ficticios creados por algún programador come-moco con los dientes pa’fuera? Y que en realidad, lo que ocurrió fue que tu corazón frio, burgués, solitario y egoísta estalló al fin! causa de más de 30 años de adicción a las drogas contemporáneas del siglo XXX? Eh? Si te digo eso qué?... algo más?

- y… una cajilla de 10 y una patricia, ahí te dejé el envase…

- ta… son $146.

- tomá Juan, no tengo cambio.




(el autor solo será revelado naturalmente ante los ojos de seguidores asiduos al blog, y el que no lo adivine tiene un problema que ya no nos pertenece...)
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Emili


Canción sugerida para la lectura:
“Mi próximo movimiento” - El mató a un policía motorizado

I

Emili despertó tarde por la mañana, sobresaltada, eran las siete y seis minutos y sus pequeños pies descalzos volvían a tocar el piso después de un día cansador. Era lunes. Casi corriendo fue al baño, mojo sus mejillas con agua fría y se miró sin esmero en el espejo. Que hermosa era Emili… Sus ojos eran negros y grandes, limpios, su pelo castaño largo hasta los hombros eran el contexto perfecto para sus labios apenas gruesos y rosados. Tenía once años pero la mueca en su cara manifestaba una experiencia inmensa en eso de la vida y todo lo otro. Sin ir más lejos y a modo de ejemplo de su madurez, casi toda la noche del domingo había estado  ayudando a su madre a reconectar la luz que habían cortado ese mismo días dos señores de overol azul, por la falta de pago. Mientras su madre manipulaba con pinzas los cables, ella hacía de campana en el portal de la casa y ocasionalmente hasta colaboraba alumbrando con una linterna la zona chispeante y peligrosa. Ambas celebraron con torta de chocolate cuando la luz volvió, pero Emili había concebido el sueño muy tarde en la madrugada y su cuerpo aun estaba cansado. Lavó rápido sus dientes y dejó para orinar en la escuela, se hacía tarde. De nuevo en su improvisado dormitorio armado en una esquina del living, notó que Nelly su muñeca de felpa estaba caída bajo la cama. Calzándose las guillerminas cinchó a Nelly de uno de sus brazos para dejarla boca abajo sobre la almohada. Se puso rápido su vestido favorito, el que hace un año vestía exclusivamente para los cumpleaños: bordo, lunares casi invisibles color blanco, largo por debajo de las rodillas, de ensueño. Mientras se abotonaba ágilmente la túnica –que se prendía por la espalda y era difícil- su pelo le tapaba la cara por lo que sólo el brillo en sus mejillas reflejaba en la ventana. Que hermosa era Emili… Con ayuda de un espejo se colocó el moño escolar en el cuello pero no lograba dejarlo derecho. Intentó girarlo con las manos pero al soltarlo volvía a torcerse; sin querer encontró sus propios ojos en el espejo y quedo unos segundos inmóvil, acerco la mirada hasta enfrentarse a sí misma, y giró la cabeza. Desde este punto de vista, con la cabeza colgante, el moño se veía bien. Muchas cosas en su entorno, si ella las miraba con la cabeza apenas inclinada, se veían mejor. Revolviendo la mochila confirmó que todo estaba en su lugar hasta que impredeciblemente, una fría sensación de euforia y seguridad la invadió por completo. Nunca supo que fue aquel extraño magnetismo que la poseyó, pero drásticamente torció su pensamiento hasta despabilarla por completo. Abriendo grande los ojos que parecían negras perlas de mármol, entendió que hoy sería el gran día del que tanto había leído en sus libros favoritos. Emili adoraba leer, era lo único que hacía en compañía de Nelly su amiga de felpa: desde “Cuentos de la Selva” de Quiroga hasta “Veinte mil leguas de viaje submarino” de Julio Verne, la pequeña leía sin parar los libros que le regalaba su abuelo todos los meses. Su temprana e intensa experiencia en la lectura de grandes obras había despertado en ella la sensación de que cada libro, cada relato que conocía, era un pequeño eslabón de algo inmenso, dueño de sublimes revelaciones para su espíritu. Aquella energía inquieta que le atravesaba el cuerpo llenándola de poder le decía que algo grande ocurriría. El de hoy no sería un día más. Olvidándose del reloj por un rato, le dio play al disco que le había dejado Felipe antes de irse de viaje y que siempre estaba en el equipo de música. Felipe era aparte de su hermano el mejor amigo de Emili, quien luego de que ella cumpliera ocho años había desaparecido y nada se sabía de él. Envió por quince meses postales a su hermana con pequeños poemas hasta que perdieron contacto. Ella lo amaba y sabía que se volverían a ver. “Adiós Caballo Español” de Massacre invadió los espacios de sonoridad y Emili respiro emocionada. Fue hasta su caja de cosas secretas y con especial cuidado sacó un largo objeto envuelto en un paño de terciopelo azul. Era lo único que conservaba de su difunto padre. Lo sostuvo con ambas manos y suavemente lo guardó en la mochila.  Hoy era el día, hoy sería su turno de decir adiós y crecer hacia el infinito. Se acomodó la mochila y la túnica, corrió al cuarto de su madre quien dormía profundamente, le dejó un dulce beso sobre los labios y de paso por la cocina tomó una porción de torta de chocolate para luego desaparecer tras el resplandor del zaguán que la veía irse hacía la escuela. Que hermosa era Emili…

II

Lucía le dictó con voz nerviosa las respuestas a las preguntas que les habían enviado de deber antes del fin de semana y que Emili había olvidado contestar. En dos minutos, sus deberes estaban hechos. A media mañana, luego del recreo, la maestra se enojó al verla dormir sobre su pupitre. Los compañeros reían por los ronquidos de la niña, quien al despertarse y verlos a todos observarla atinó a tomar su mochila y correr hacía la salida. Nadie pudo detenerla. Atravesó el corredor, saltó los tres escalones que daban a la puerta de la calle y hasta saludo a la limpiadora quien giró sobre sí misma y la vio salir sin entender nada. Llevaba ya dos cuadras corriendo y no pudo contener las lágrimas. Pero lejos de detenerse, corrió más rápido (el llanto en lugar de paralizarla, la impulsaba hacia adelante). Llegó a la plaza principal de la ciudad, lugar donde había aprendido a andar en bicicleta con la ayuda de su hermano. Ahí también había comenzado a leer “El Guardián entre el Centeno” con él, lo que le trajo recuerdos de cristal. Bajo el fuerte sol de la última hora de la mañana y con los ojos entrecerrados, descansó un cuarto de hora en su banco favorito frente a la fuente que episódicamente lanzaba fuertes chorros de agua. Pensó en sus compañeros de escuela, en lo hirientes que habían sido con ella. Se tranquilizó al recordar el rostro de Lucía quien tristemente intentaba defenderla de las burlas. Pensó en lo fácil que había sido escapar de la escuela. Pensó en Holden Caulfield. Pensó también que si seguía allí sentada por mucho tiempo se dormiría por la calidez que le brindaba el sol. Sintió hambre. Sabía que si volvía a casa su madre rezongaría por la situación que la había sacado de clases. Pero la señal que sentía en el pecho, aquella que había descubierto temprano al salir de la cama, le sugería que debía volver a casa, tenía que revelar una realidad que ya no podía ser postergada. Tragó un poco de amargura necesaria y se paró del asiento (buscó calma). Los autos frenaban hasta chillar y los peatones se confundían con las vidrieras y sus destellos de luz. Sin pensarlo mucho dobló por una calle paralela a la principal y bajó hasta la casa de su abuelo (el único de los abuelos que le quedaba con vida, el dueño de la biblioteca mágica). Al llegar la puerta estaba abierta, los esqueletos de las signas en el jardín le dieron terror pero el terror para ella tenía muchas formas, algunas hasta interesantes, otras hermosas. Entró a la casa, estaba vacía: en cada uno los muebles de su abuelo pudo percibir una parte de ella, se veía en los portarretratos durmiendo entre brazos que extrañaba, sentía el perfume de la familia que nunca llegó a disfrutar volar por el aire. Dejó la mochila a los pies del enorme sillón junto a la lámpara antigua y se dejó dormir. Al fin conseguía descansar del agotamiento físico, del pensamiento y los recuerdos. Que hermosa era Emili…

III

            Se sentó en el sillón como sacudida por un fantasma y tardó en comprender la situación. La casa estaba a oscuras, todavía vacía, y podía sentir el frío. Tomó su mochila con desesperación y salió corriendo a la calle. La noche era casi un hecho. Se había hecho tardísimo. Nubes no muy densas eran atravesadas por débiles rayos de luz color violeta, fucsia y anaranjado. Mientras más oscuro se ponía, más apuraba Emili sus pasos sobre la vereda. El peso de la mochila se hacía notar. Estaba nerviosa, pero como no estarlo con tantas sensaciones en su haber: cada centímetro sobre el asfalto era un centímetro hacia la revelación que esperaba encontrar antes del final del día. Lloraba de alegría, de emoción, entendía que el miedo era solo miedo ante lo desconocido y eso era solo un detalle. Llegó casi absorta a la zona de su casa, estuvo atenta a que nadie la viese con la túnica a esas horas de la noche ya que sospechaba que la estarían buscando. Lentamente bajo por los ya conocidos pastizales de su barrio y se dispuso a ingresar a su casa por la puerta de atrás. Al llegar, todo estaba oscuro, un auto de policía teñía de rojo con sus luces el umbral de la casa. Sin dejarse ver fue hasta la puerta trasera y espió lo que ocurría. Los oficiales en el frente abrían la puerta con fuerza, podía sentir los ruidos del picaporte dañado, y escabrosamente vio como esposaban a su madre quien entre gritos y desconcierto les pedía piedad, un poco de amor, que estaba esperando a su hija que había desaparecido y que no podía dejar la casa sola. Cual robots programados los policías tomaban a la mujer de los brazos y la ropa y se disponían a llevarla al auto. Emili observaba todo con el rostro serio, encantador, como incapaz de reaccionar de manera lógica ante tanta tristeza. Sin dudarlo, como si ya fuera parte del plan, y de una manera ágil y simpática, la niña subió por la escalera que estaba pegada a la pared con su mochila a cuestas. Descansó en el octavo escalón para acomodarse el pelo tras la oreja izquierda y con femineidad y dulzura siguió subiendo. Que hermosa era Emili… Al llegar al techo oscuro, avanzó gateando por entre las tejas y se sentó en un extremo de la casa a mirar hacia abajo. Los policías ya tenían a su mama en el auto y ésta lloraba fuera de sí. Emili se sacó la túnica que todavía vestía y la tiró hacía el patio trasero, abrió su mochila y con mucho cuidado saco el objeto largo envuelto en terciopelo azul para dejarlo descansar sobre sus piernas, encima del vestido. En ese momento el auto policial arrancó y por un momento sintió que su madre la pudo ver por la ventanilla. Ella le tiro un beso y le regalo su mejor mirada, para luego seguir al auto con los ojos hasta perderse tras los edificios de la ciudad.
La luna estaba enorme, parecía irreal. La luz blanca que emitía era tan clara como el sol brillante de un día nublado. En el cielo las estrellas lucían fantásticas. La sombra de la niña sobre el tejado era poesía pura. Todo el diseño de aquella realidad y la veracidad de sus elementos era arte para quién haya alzado la cabeza ese lunes de otoño. Emili se llenó de alegría y cerro fuerte los ojos para dibujarse un hermoso recuerdo sobre el cual volver, y volver  y volver. Enseguida miró hacía su falda, retiro el terciopelo azul del objeto que sostenía entre las rodillas y se encandilo con los reflejos del magnífico rifle de caño corto  que su padre le había obsequiado. Casi sin querer pudo ver como la ilegal conexión a la luz que había llevado a cabo con su madre había sido desactivada, aunque nunca relacionó aquello con la policía y lo que había ocurrido (no había sido la primera vez que robaban energía eléctrica por la madrugada…) Y ahí se quedó.  Por un instante sintió paz y no buscó motivos. Sacó de su mochila “Franny & Zooey”, libro de Salinger que estaba por terminar y en complicidad de la luna se quedó leyendo sin esfuerzos, con el rifle en la falda y la ciudad a sus espaldas, esperando a que el mundo se revele y la encuentre lista para la batalla. 
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